quarta-feira, 20 de dezembro de 2017

dá-me as tuas mãos...

                                                 John Pototschnik, Best Friends Forever, 2013.

Dá-me as mãos por brincadeira
Na dança que não dançamos,
Porque isso é uma maneira
De dizer o que pensamos.
Dá-me as mãos e sorri alto,
A vigiar o que rio,
Bem sabes que assim já falto
A pensar coisas a fio.
Não quero largar as mãos
Assim dadas por brinquedo.
Deixa-as ficar: há irmãos
Que brincam assim a medo.
Não largues, ou faz demora
A arrastar, a demorar,
As mãos pelas minhas fora,
E já deixando de olhar.
Que segredos num contacto!
Que coisas diz quem não fala!
Que boa vista a do tacto
Quando a vista desiguala!
Deixa os dedos, deixa os dedos,
Deixa-os ainda dizer
Aqueles dos teus segredos
Que não podes prometer!

Deixa-me os dedos e a vida!
Os outros dançam no chão,
E eu tenho a alma esquecida
Dentro do teu coração.
Todo o teu corpo está dado
Nas tuas mãos que retenho.
Mais vale ter enganado
Do que ter porque não tenho.

Pessoa Inédito. Fernando Pessoa. (Orientação, coordenação e prefácio de Teresa Rita Lopes). 


quarta-feira, 18 de outubro de 2017

do tempo...

(...) tem cada um o seu modo de dormir e morrer, julgamos nós, mas é o dilúvio que continua, chove sobre nós o tempo, o tempo nos afoga.
                                                       José Saramago, O Ano da Morte de Ricardo Reis


quinta-feira, 14 de setembro de 2017

da memória...


              O nosso passado está a refazer-se constantemente no nosso presente...
              A memória permanece, ainda que não se precise de lembrar.
              O esquecimento, esse não precisar de lembrar, salva-nos...

segunda-feira, 24 de julho de 2017

BUenos Aires...

Buenos Aires

¿Qué será Buenos Aires? 
Es la Plaza de Mayo a la que volvieron, después de haber guerreado en el continente, hombres cansados y felices. 
Es el dédalo creciente de luces que divisamos desde el avión y bajo el cual están la azotea, la vereda, el último patio, las cosas quietas. 
Es el paredón de la Recoleta contra el cual murió, ejecutado, uno de mis mayores. 
Es un gran árbol de la calle Junín que, sin saberlo, nos depara sombra y frescura. 
Es una larga calle de casas bajas, que pierde y transfigura el poniente. 
Es la Dársena Sur de la que zarpaban el Saturno y el Cosmos. 
Es la vereda de Quintana en la que mi padre, que había estado ciego, lloró porque veía las antiguas estrellas. 
Es una puerta numerada, detrás de la cual, en la oscuridad, pasé diez días y diez noches, inmóvil, días y noches que no son en la memoria un instante. 
Es el jinete de pesado metal que proyecta desde lo alto su serie cíclica de sombras. 
Es el mismo jinete bajo la lluvia. 
Es una esquina de la calle Perú, en la que Julio César Dabove nos dijo que el peor pecado que puede cometer 
un hombre es engendrar un hijo y sentenciarlo a esta vida espantosa. 
Es Elvira de Alvear, escribiendo en cuidadosos cuadernos una larga novela, que al principio estaba hecha de 
palabras y al fin de vagos rasgos indescifrables. 
Es la mano de Norah, trazando el rostro de una amiga que es también el de un ángel. 
Es una espada que ha servido en las guerras y que es menos un arma que una memoria. 
Es una divisa descolorida o un daguerrotipo gastado, cosas que son del tiempo. 
Es el día en que dejamos a una mujer y el día en que una mujer nos dejó. 
Es aquel arco de la calle Bolívar desde el cual se divisa la Biblioteca. 
Es la habitación de la Biblioteca, en la que descubrimos, hacia 1957, la lengua de los ásperos sajones, la 
lengua del coraje y de la tristeza. 
Es la pieza contigua, en la que murió Paul Groussac. 
Es el último espejo que repitió la cara de mi padre. 
Es la cara de Cristo que vi en el polvo, deshecha a martillazos, en una de las naves de la Piedad. 
Es una alta casa del Sur en la que mi mujer y yo traducimos a Whitman, cuyo gran eco ojalá resuene en esta página. 
Es Lugones, mirando por la ventanilla del tren las formas que se pierden y pensando que ya no lo abruma el deber de traducirlas para siempre en palabras, porque este viaje será el último. 
Es, en la deshabitada noche, cierta esquina del Once en la que Macedonio Fernández, que ha muerto, sigue 
explicándome que la muerte es una falacia. 
No quiero proseguir; estas cosas son demasiado individuales, son demasiado lo que son, para ser también Buenos Aires. 
Buenos Aires es la otra calle, la que no pisé nunca, es el centro secreto de las manzanas, los patios últimos, 
es lo que las fachadas ocultan, es mi enemigo, si lo tengo, es la persona a quien le desagradan mis versos 
(a mí me desagradan también), es la modesta librería en que acaso entramos y que hemos olvidado, es esa 
racha de milonga silbada que no reconocemos y que nos toca, es lo que se ha perdido y lo que será, es lo 
ulterior, lo ajeno, lo lateral, el barrio que no es tuyo ni mío, lo que ignoramos y queremos.

Elogio de la sombra (1969), Jorge Luis Borges 

terça-feira, 6 de junho de 2017

do caminhar...





                                          Que bom, quando quase tudo é perfeito,
                                          Basta olhar o mundo, ao teu lado,
                                          caminhando de um lado para o outro,
                                          deixando que o teu mapa nomeie os lugares.
                                          Pudesse ser sempre assim, os dias, as horas,
                                           momentos de caminhar e sorrir...

quinta-feira, 16 de março de 2017

da proibição...



"Dizia para si mesma: amar é uma proibição de estar só"
Aqui



quarta-feira, 1 de fevereiro de 2017

da serenidade...



a serenidade é essa paz suave que nos anima e protege.
mais do que um escapar sem escoriações a perigos e lutas,
é um continuar suavemente, num contentamento contido em nós.
porque todo o contentamento, para não ferir o fora de nós, 
deve ser desmesuradamente contido em nós.
suave e sereno, como era o teu olhar,
antes de traí-lo.


segunda-feira, 23 de janeiro de 2017

...do perder




Pode desistir-se a qualquer momento.
Não é o mais fácil.
Perder dói.
A escuridão está sempre à nossa espera...
Desistir é fim.
Que há depois do fim?
Nada, quase nada.